miércoles, 8 de mayo de 2013

CUANDO LOS PERROS LADRAN…


David R. Dubén F. / @daviduben1
Hay una vieja historia según la cual, después que Dios echó a Adán y Eva del Edén, todos los animales se alejaron de su entorno  y solo un perro permaneció a su lado. Ello ha valido como argumento para ilustrar su lealtad y obediencia, que tantos mitos han producido hasta la fecha. Una de las más conocidas referencias a estos sensibles animales, es la famosa frase de Miguel de Cervantes en su inmortal obra, Don Quijote de la Mancha, cuando describe la entrada del Quijote y su fiel Sancho a un poblado ante el ladrido incesante de los perros. Pero ¿por qué los perros ladran? Especialistas señalan que las causas están relacionadas con conductas territoriales; o por miedo, frustración o aburrimiento.  Lo cierto es que la famosa frase  de Cervantes se convirtió en un valioso instrumento para explicar ciertas situaciones de la vida humana. Dentro de estas, cabe perfectamente el campo político donde se ha vuelto una costumbre la presencia de personajes que imitando la conducta de los perros, pero sin llegar a ser tan fieles como esos nobles animalitos, ¨ladran¨, ante la presencia de un enemigo inexistente.

 Y ¿qué es ¨ladrar¨ en política? es atacar sin fundamento valedero la posición de un contrario político como única forma de poder contrarrestar el respaldo que éste cuenta dentro de la colectividad.  ¿Quienes recurren a tales subterfugios? Los desesperados,  quienes no entienden que existen verdaderos líderes con una trayectoria propia y transparente que los respalda. ¿Cuándo los perros ladran?  Ya lo dijo Cervantes, los perros ladran cuando se avanza, es decir, cuando se ejecutan acciones que respaldan el compromiso de un líder con su colectividad. ¿Por qué ladran los perros? en unos casos,  es por fidelidad a un amo y en todos, por mediocridad del personaje. ¿Ejemplos? Son muchos, la mayoría pertenecientes al oficialismo, quienes atacan a los líderes, casos Henrique Capriles y Alfredo Díaz solo para ganar prebendas con su amo. ¿Qué hacer? No existe una receta para contrarrestar esa burda estrategia, solo cabe esperar que así como sucede en la vida real, los perros se cansen de perseguir carros o a su propia cola. Si es importante, para efectos de la salud de esta fauna política, que los premien con uno que otro gesto cariñoso, no vaya a ser que cual Argos, el perro de Odiseo, se mueran de tristeza por haber sido ignorados por su amo.

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