Alfredo Díaz: un gran líder para un pueblo grande
David R. Dubén F.
Dentro
de la gama de frases famosas que abundan en el campo político, hay una muy
conocida que resalta debido a su popularidad: cada pueblo tiene el gobierno que
se merece. Si bien, desde el punto de vista semántico, en el
significado de la misma no pareciera haber una valoración ni buena, ni mala, esta
celebre expresión ha servido durante mucho tiempo para destacar lo negativo y
justificar las calamidades que sufren los pueblos por culpa de sus malos
gobiernos. Al respecto, pensamos que tal premisa no puede ser aceptada como
absoluta pues la experiencia nos indica que si bien los pueblos han cometido
errores garrafales al seleccionar a sus mandatarios, también existen casos
donde el gobernante electo ha correspondido a la confianza depositada en él,
cumpliendo con creces el compromiso asumido.
Profundizando
sobre nuestro criterio, debemos precisar que aun cuando hablamos de ¨errores¨ nos referimos al derecho que
asiste al pueblo soberano a equivocarse. Este privilegio que disfruta el pueblo
soberano de cierta manera lo exculpa de los desastres de sus gobernantes. Por
tal motivo, más que responsabilizar a la gente de los malos gobiernos, pensamos
que la falla está en quienes se han erigido como líderes de ese pueblo y no han
podido o no han sabido responder a las exigencias de una sociedad cargada de
innumerables problemas. En este sentido, sostenemos la tesis de que los buenos
o malos gobiernos están en correspondencia con las aspiraciones de
trascendencia de sus líderes, es decir, depende del carácter con que asumen la
responsabilidad de gobernar, ya sea si lo hacen para satisfacer apetencias
particulares o grupales o si por el contrario, privilegian los intereses del
pueblo.
El
problema fundamental de algunos de estos líderes es el de no estar en sintonía
con la grandeza de su pueblo, de su gente, de ahí, el bajo nivel de compromiso
con que asumen el ejercicio de administrar los recursos públicos. En la mayoría
de los casos pareciera que a estos les ha
quedado grande el pueblo que los eligió aunque existen honrosas excepciones. De
ahí, el titulo de nuestro articulo pues creemos que Alfredo Díaz es uno de estos casos excepcionales pues ha dado
demostraciones palpables de ser un verdadero líder que comprende claramente la
importancia del rol que le ha tocado desempeñar como alcalde de un pueblo
grande, noble, digno pero sobre todo, luchador tal cual como nuestra raza
guaiquerí. Mientras otros gobernantes en diversas esferas del poder se dedican
a cultivar proyectos personalistas, Alfredo
Díaz ha sabido encaminar a un pueblo por la vía del progreso, el bienestar
y la modernidad que se merece. Dejando atrás una época oscura de malos
gobiernos que sin lugar a dudas no nos merecíamos los porlamarenses.
Si
algo caracteriza la personalidad de este gran líder, es el hecho de no temer a
la grandeza y a querer trascender, pero entendiendo que el único camino para lograrlo es conduciendo a este grandioso
pueblo por el sendero de la felicidad, la prosperidad y elevando su calidad de
vida. En nuestro país y particularmente
en el estado Nueva Esparta abundan los ejemplos de gobernantes pasados y
presentes que no han querido asumir esta responsabilidad y al contrario han
quedado marcados en la historia como pequeños lideres que no supieron
aprovechar la oportunidad que el pueblo les brindó. Ya lo dijo Shakespeare No temáis a la grandeza; algunos nacen
grandes, algunos logran grandeza, a algunos la grandeza les es impuesta y a
otros la grandeza les queda grande. Saquen sus propias conclusiones de quién es quién en nuestro
estado, la tarea no es nada difícil, la historia los está juzgando. Y duélale a
quien le duela, más temprano que tarde se hará realidad la frase que se oye en
todos los rincones de nuestro territorio insular: PORLAMAR ES NUEVA ESPARTA.
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