¡Si no hay compromiso, no hay querencia!
David R. Dubén F.
Por convicción, soy de los que creen firmemente en que las acciones hablan más que mil palabras. Ello es perfectamente aplicable a todas las esferas del quehacer humano. Mírese por donde se mire, en todas las actividades e interacciones desarrolladas por el hombre dentro de la sociedad, siempre existirá quien, con su conducta y comportamiento, ratificará o negará lo que afirma con palabras. Dichas palabras pueden expresar la mejor intención cuando su basamento es honesto y sincero o también pueden ser el reflejo del proceder de una persona con complejo de mitómano, muy propia de los mentirosos compulsivos. El ejercicio de la actividad política no escapa a esta realidad, antes bien, es una de las que más pone en evidencia la validez de esta manera de pensar. Especialmente tal apreciación es demostrable una vez los actores políticos pasan a desempañar cargos de elección popular.
Al respecto, existen dos formas de asumir el rol de gobernante, una es con el debido compromiso, entendiéndose este como sinónimo de responsabilidad, trabajo, obligación y deber, para cumplir la palabra empeñada, vale decir, las promesas; la otra, la más común, es la de escudarse en situaciones coyunturales para justificar la falta de compromiso para desarrollar una labor que conlleve al cumplimiento de los ofrecimientos electorales. Es en este caso donde se observa una mayor presencia de los mentirosos compulsivo pues estos recurren permanentemente al discurso vacio para justificar sus carencias.
Para ilustrar esta situación podemos mencionar dos ejemplos de una y otra manera de concretar esa forma de asumir la responsabilidad de gobernar. Por un lado en el municipio Mariño contamos con un alcalde, Alfredo Díaz, quien ha dado muestras fehacientes de trabajar permanentemente con el objetivo de materializar sus ofrecimientos electorales, revelando una absoluta sintonía entre lo que propone y ejecuta, beneficiando a todos por igual y sobre todo a los más necesitados. Pero el mejor indicador del nivel de compromiso con el pueblo ha sido el ponerse al frente de sus luchas, exigiendo respuestas contundentes a los problemas que afectan el desarrollo, progreso y bienestar de la región. Especialmente cuando esos problemas que aquejan al municipio, en particular, son el reflejo de una crisis general que afecta al país, en virtud de la adopción de un modelo político-económico ineficiente, corrupto y sectario que solo sirve para producir y multiplicar la pobreza.
Y esto no se refiere exclusivamente al reclamo constante porque el gobierno nacional y regional mejore la calidad de los servicios públicos que le atribuye la ley, sino que involucra la defensa del Puerto Libre como actividad fundamental en que se sustenta la economía de la región, de la cual dependen las posibilidades de progreso del municipio y el propio estado. Este aspecto ilustrativo de su compromiso, no está basado en un afán de protagonismo sino en una verdadera y sincera preocupación de un estadista que comprende perfectamente los riesgos que implica su eliminación. Hacer valer el trato preferencial para el Puerto Libre es resguardar los intereses de nuestra gente, es proteger miles de empleos y mantener a Margarita como un destino atractivo para los turistas.
Por otro lado, en contraste están los representantes del gobierno nacional y regional quienes se llenan la boca hablando de su amor al pueblo y a la patria, sin embargo, no hay nada que pueda convencer a la colectividad de la honestidad sus palabras pues sus acciones van en sentido contrario a lo que proclaman. Esos mismos, son los que no han hecho nada a favor del Puerto Libre, más bien son cómplices de los atentados que contra este se han orquestado desde el gobierno nacional. Sin pretender ser un especialista en psicología, a todas luces son el prototipo de mentirosos compulsivos que recurren al discurso repetitivo, a las excusas y argumentos vanos para justificar su ineptitud y las deficiencias de su desgobierno. Sencillamente, este modo de actuar es de quienes no tienen responsabilidad con la gente pues no sienten como propias sus necesidades y problemas, es decir, carecen de dos cualidades que al alcalde Alfredo Díaz le sobran: COMPROMISO Y QUERENCIA.
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