lunes, 3 de abril de 2017

DEL UTILITARISMO POLÍTICO A LA MARA MARGARITEÑA Pltgo David Dubén F.

DEL UTILITARISMO POLÍTICO A LA MARA MARGARITEÑA

Pltgo David Dubén F.

En el vasto y extenso campo de las teorías, existen algunas que permiten entender con claridad las razones de ciertos comportamientos, individuales o grupales, dentro de una sociedad organizada. Estas teorías abarcan diversas aéreas y se refieren a los más diversos temas del quehacer humano. Aunque, algunas de ellas, permitieron explicar un fenómeno social particular, hoy día carecen de validez. Sin embargo, un número bastante importante permanecen en el tiempo y nos arrojan luces, sobre las razones o motivaciones de las personas para comportarse de una manera u otra. Una de estas viejas teorías, es el utilitarismo, la cual, de forma resumida, se entiende como lo que es útil, es bueno, por lo cual, el valor de la conducta está justificado por el carácter práctico de los resultados. La misma, está basada en presunciones cada vez con menor vigencia, pero todavía mantiene la virtud, de ser un instrumento de análisis e interpretación para comprender el por qué de ciertas conductas.

 Según la lógica de ese pensamiento, todo lo que pueda hacer bajo un esquema de utilidad es bueno, siempre y cuando, arroje resultados positivos. El asunto está en definir, para quien o quienes esos resultados son positivos. El estricto sentido, presupone que la actuación, en la política, es buena cuando sus resultados son positivos para la sociedad en su conjunto. Siendo este justamente el dilema que hoy en día se sigue discutiendo pues, en la práctica, la conducta utilitarista de algunos personajes que se autoproclaman líderes políticos, la justifican con el argumento de un supuesto bienestar colectivo que no es tal.

En Venezuela abundan ejemplos, es pública y notoria la larga lista de personeros que en nombre del pueblo, asumieron distintas posturas que solo sirvieron para satisfacer los intereses particulares, de una persona o un grupo de ellos. No exageramos cuando afirmamos que, hoy más que nunca, estamos pagando las consecuencias de esa perversa manera de concebir y actuar en la política. Nueva Esparta no es la excepción de la regla, son muchos los casos de vieja data, que asumieron esa conducta o modalidad. Para esas personas, no los vamos a nombrar pero el pueblo sabe quiénes son, la finalidad del ejercicio de la política es la satisfacción de los intereses personales, disfrazados de bienestar común o colectivo.

Hasta hace unos años, todavía observamos manifestaciones de esa grotesca manera de concebir la política. Tanto así, que los margariteños en su permanente creatividad y ocurrencia, compararon, en sentido figurado, tales manifestaciones con una “mara”, la tradicional cesta tejida con cintas de caña brava, donde solo una persona recogía los beneficios y para los demás, solo quedaban las migajas. Como consecuencia de esa actitud, hubo un intento constante por minimizar el rol de los dirigente y de los partidos político; aun está fresco en la memoria de los neoespartanos, como el poder político fue usufructuado para conseguir beneficios personales en lo político y/o lo económico; también es innegable, como ese poder fue utilizado para restarle protagonismo a las bases populares, y ser concentrado en una sola persona, que era quien decidía, quien podía o no, aspirar a un cargo de elección popular.

Pero si quedaba alguna duda de ese perverso sentido utilitarista de la política, y movido por la ambición y el desespero de saber que esos días no regresarán, hoy volvemos a ver a estos tristes personeros del pasado, exigiendo mayor participación, rescatando el papel de los partidos políticos, solicitando la consulta a las bases para decidir las candidaturas y auto erigirse salvadores del estado, justamente, todo lo contrario, de lo que hicieron en el pasado. A pesar de todo, celebramos ese cambio, pues, aunque se vistan de verde para agarrar chivo mañoso, al pueblo no se le engañará de nuevo, ni siquiera con esa burda maniobra de disfrazar  intenciones.

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